Religión y ciencia ficción


La cuestión de cuál es el papel que en la ciencia ficción desempeña la religión suscita algunos enconados debates. Al parecer, algunos prejuicios y cierta antipatía a determinada jerarquía eclesiástica que ostenta un monopolio de la religión al que estos críticos no hacen seguramente más que fomentar, junto con un positivismo científico excesivo, lleva a opinar a algunos que los seres místicos no tienen cabida en el género.

Un ateísmo militante frente al puritanismo inherente de la cultura norteamericana y la anglosajona por extensión —lugares de donde proviene la mayor parte de la influencia cinematográfica y cultural actual—, que acostumbran a impregnar sus producciones de cierto mensaje místico-religioso, agrava esta discusión. Como el caso del polémico final televisivo que decidieron darle los guionistas y productores a la moderna serie Battlestar Galactica.

Nada mejor que ver cómo la propia ciencia ficción, siempre atenta a las vicisitudes por las que pasa nuestra especie, ha tratado este polémico asunto.


FRANK HERBERT

En la magistral obra Dune (1965), Frank Herbert sorprendía a la comunidad internacional literaria con una ciencia ficción en la que las proezas tecnológicas no ocupaban el papel principal que habitualmente tenían en las obras del género, sino que quedaban relegadas a un segundo plano en la trama. En este universo imaginado por Herbert, la humanidad, a pesar de haber logrando expandirse por el universo conocido merced a dichos avances, se organizaba alrededor de señores feudales que ocupaban planetas enteros y con una jerarquía religiosa que ostentaba un privilegiado poder merced a la situación producida tras una revolución religiosa, la Yihad Butleriana, que expresaba un explicito rechazo hacia toda esa tecnología debido a las consecuencias que la humanidad sufriría por su uso descontrolado, llevándola a una decadencia sólo sofocada gracias a la revuelta religiosa y la conversión de la sociedad a la nueva Fe.

A través de este escenario, su autor nos muestra, ya en aquella época, algunos de los más grandes y graves problemas que hoy en día afectan a la sociedad occidental: además de los efectos que la dependencia de las drogas para aumentar el rendimiento pueden producir en el ser humano, o la similar dependencia que occidente tiene del petróleo proporcionado por dictaduras de medio oriente; en la saga Dune se observa otro concepto importante relacionado con el fundamentalismo religioso, el otro gran problema: la fe ciega de los Fremen en la llegada de un mesías salvador con capacidad para llevar al pueblo nativo del planeta de la especia melange y los gusanos gigantes, a la tierra prometida.

Esto, que para muchos es una superstición inútil y falsa, Frank Herbert lo plantea de la siguiente manera: ¿no fue esta Fe inquebrantable la que posibilitó la profecía de la llegada de su mesías, el Kwisatz Haderach, aunque «únicamente» fuera un ser humano con capacidades especiales producto de selección genética y modificado por la especia, que pasaba por allí? ¿no es esta fe mística y sin necesidad de explicación racional, la que une a los humanos en la cruzada contra los ordenadores y se libra así de su extinción como especie, o que permite a los fremen derrotar a los temibles guerreros Sardaukar del emperador? En Dune, su autor nos muestra la importancia de La Fe, como algo que poseería un valor por sí mismo con capacidad para mover montañas, aunque no requiera de ninguna explicación ni justificación para el que la profesa.

Herbert insistiría con el tema pocos años después y, antes de acabar la que vendría a convertirse en una de las más impresionantes sagas de la literatura, especulaba en su obra menor Los creadores de Dios (1972) con una sociedad que piensa que los dioses son un tipo de criatura más que puede ser creada si se conocen las técnicas adecuadas, confundiendo lo profano con lo que antiguamente la humanidad había considerado como místico, que no era más que una definición ideada como consecuencia de la ignorancia sobre las fuerzas que se manejaban.


SOLARIS (STANISLAW LEM, 1961)

El planeta Solaris es objeto de estudio desde hace décadas por parte de los científicos humanos, sin que puedan determinar la naturaleza de las reacciones que se observan sobre la superficie del mar protoplasmático que cubre toda su extensión. Kris Kelvin, el científico enviado para averiguar el extraño comportamiento de los tripulantes de la más atrevida misión de exploración del planeta, descubrirá finalmente la verdadera condición de lo que hay tras la actividad del misterioso océano. En esta magnífica obra del escritor de origen polaco Stanislaw Lem se muestra cómo, en el vasto universo aún por conocer, pueden existir formas de vida y entidades dotadas de inteligencias completamente inimaginables para la mente racional de los seres humanos, pero que sin embargo, aunque en la obra no se menciona explícitamente, se han venido representando en forma de dioses desde el principio de los tiempos.


CONCLUSIÓN


La diferencia entre el misticismo y la especulación científica, puede que consista tan solo en un matiz cultural provocado por las enormes diferencias coyunturales de las distintas épocas. ¿Qué otra explicación podían darle las personas a la lluvia o al viento, en épocas donde ni siquiera se conocía lo que era la presión atmosférica, o ni siquiera se sabía lo que era el aire? ¿qué explicación se le podía dar al fuego, algo tan excepcional en aquellos tiempos y que los seres humanos manejaban sin comprender en absoluto lo que había detrás de él, sino que había sido robado a los dioses? En la Grecia Clásica, lugar donde se fraguaron la filosofía, los sistemas políticos actuales y parte de la ciencia moderna, atribuían los aparentes caprichos meteorológicos al dios Eolo, lo que no les impidió —ni a ellos ni al resto de las culturas que dominaron el mediterráneo con creencias equivalentes— fundar un imperio económico que a la postre, posibilitó la creación de la cultura occidental.

La religión sea tal vez una consecuencia inevitable de la imaginación humana, que necesita ponerle cara a las fuerzas que intervienen a su alrededor y para ello crea imágenes de seres antropomórficos o entidades multiformes con superpoderes, cuyo límite sólo estaría impuesto por la cultura o prejuicios de la época.

Puede que, tal vez en el fondo, las religiones no sean más que lejanas historias de ciencia ficción.

Originalmente publicado en Al final de la Eternidad

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