Por Lino Moinelo
Este es, en realidad, un artículo reivindicativo, ya que parece que señalar a la ciencia ficción sobre los errores que supuestamente comete es un acto de regocijo extendido, presumiblemente en aquellas gentes que no deben tener a este género entre sus preferidos. Por si los lectores no lo han notado, yo sí que le tengo cierto cariño por lo que, no sólo por hacer un poco de justo balance, sino también de simple justicia, él título trata de lo contrario: los aciertos.
Es como si existiera una convicción general entre los ajenos al género, de que los escritores de ciencia ficción tienen la obligación de acertar en sus especulaciones, como si fuera esta su intención y que, de no lograrlo, hayan de convertirse en los hazmerreir señalados por el resto. Por supuesto, que todo dependerá del tipo de obra en cuestión, de la intención de sus autores y —naturalmente—, de la comercialidad que deseen darle.
Esto significa que, como en todas las cosas, no todo lo que es etiquetado dentro de nuestro preciado género es digno de la misma consideración y, por lo tanto, no han de pagar justos por pecadores salvo que precisamente se trate de eso, de aprovecharse de las cuestionables prácticas de algunos o de las necesidades comerciales de otros o, incluso, de ambas para meterse con el género al completo.
Puede parecer contradictorio defender una ciencia ficción —caracterizada como tal por, precisamente, guardar cierta pulcritud científica— y, al mismo tiempo, permitir que dentro de ésta puedan coexistir una gran variedad de obras que no siguen la misma tónica. Bien, pues me temo que esto es lo que hay, por una parte debido a que la ciencia ficción es un género con límites difusos y en ocasiones complicados y, por otro, porque una obra no tiene porqué definirse como perteneciente a un solo género, ni un autor tiene porqué verse limitado por convencionalismos a la hora de expresar sus ideas, que es en el fondo de lo que se trata. Como tantas otras cosas en la vida, el resultado será bueno o malo en función de muchas variables y gustos, independientemente del género o géneros a los que pertenezca.
Todo este aparente caos existente alrededor de la ciencia ficción es, con gran probabilidad, el causante de que —bien por ignorancia, o directamente por intenciones nada honestas— la ciencia ficción sea objeto de mofa, escarnio y todo tipo de ridiculizaciones. Y si hay algún subgénero que sea objeto especial de estas burlas y difamaciones es el de la Space Opera.
LA «ÓPERA ESPACIAL»
La Space Opera podría considerarse como todo un genero por sí misma independiente del que normalmente la incluye, hasta el punto de que podrían encuadrarse junto a ella otro tipo de obras corales como El Señor de los Anillos, celebre saga con la que en ocasiones se compara para evidenciar la falta de rigor científico de la primera. Es por esto que escoger a la «ópera espacial» como objeto de la ridiculización del género es elegirlo claramente como cabeza de turco.
Sin embargo, como veremos, muchos de los errores científicos que se le atribuyen, no solo no lo son, sino que son consecuencia de la desgana o incompetencia de, nada más y nada menos, que los traductores de aquellos países en donde precisamente la ciencia no es su principal virtud. Por lo tanto, admitiendo que la precisión científica no era —desde luego— la principal intención de George Lucas cuando ideó su famosa saga «de las galaxias», hay que caer bajo para resaltar sus supuestos defectos y no darse cuenta de la creación de una nueva mitología que ha calado profundamente en la sociedad (...Luke, soy tu padre…) y una nueva forma de entender el cine y la ciencia ficción. Podrá gustarnos o no, pero se puede decir que su autor logró su objetivo con creces.
Y ahora veremos cómo a pesar de todo, la ciencia no es ignorada en la Space Opera, motivo por el cual ocupa un lugar entrañable y especial, en el género de la ciencia ficción.
EL SABLE «LÁSER»
El sable de luz (light saber en su idioma original) es una de una de las más famosas armas que se relacionan con la ciencia ficción. Por motivos sobre los que especularemos más adelante, se decidió en su día llamar a esta arma ficticia de forma completamente ajena a la original.
No es un «láser» lo que sale de la espada, sino un haz de plasma, concepto que deben suponer los artífices de la traducción que el público hispano ignora qué es, por lo que les da igual que ni sean parecidos ni tengan nada que ver. El láser es una técnica de emisión de luz conocida y real, mientras que el plasma es el estado de la materia que se encuentra en las estrellas, como consecuencia de la altísima temperatura a la que está sometido el gas, debido a la enorme presión gravitatoria. También es real, no es ciencia ficción su existencia, sino ciencia pura y dura. En la Tierra, se consigue mediante los reactores de fusión y, para lograr un reactor del tamaño de una empuñadura, haría falta conocer el mito de la fusión fría, lo que —evidentemente— de momento, sí que es ciencia ficción.
DISPAROS «LÁSER»
De nuevo, el mismo error. Error que propicia la burla de los que, atendiendo al uso habitual más extendido pero no el único, profieren al ver esos «pedacitos» de luz alargados, cuyas trayectorias se observan perfectamente y que jamás se pueden corresponder con un láser. Ni en la ciencia ficción ni en la space opera. Parece que los traductores velan por mantener a buen recaudo nuestra mente de conceptos extraños venidos de allende las fronteras, simplificando y retorciendo títulos hasta hacerles perder su significado original. Justo lo contrario de lo que se supone que es traducir.
Las armas utilizadas en Star Wars no son «armas láser», o al menos, no son las únicas. Lo más común en este universo imaginado por George Lucas, y en otras creaciones, son los «Blaster», que son, en efecto, armas que disparan trozos de materia en forma de plasma incandescente, acelerado presumiblemente de forma magnética. La ciencia ficción consiste, como se ha explicado, en que no existe ninguna forma de producir dicho plasma en esas condiciones.
Y sus disparos, en caso de existir dichas armas, tendrían seguramente la misma apariencia que los disparos que observamos en la gran pantalla. Todo un acierto de la ciencia ficción.
SONIDO EN EL VACÍO
¿Realmente alguien cree que los productores, guionistas, etc., del cine, no saben que en el vacío no se transmite el sonido? ¿alguien piensa que se pretende defender lo contrario, en estas películas? ¿creen los científicos de los EUA, que en Hollywood han de aprender física para saber cosas de este tipo?
Me van a permitir los lectores que filosofe un poco y les recuerde el famoso Kōan en el que se plantea la cuestión de ¿qué clase de sonido produce una hoja que cae en un bosque y nadie la oye?. Discusión filosófica que, aseguraría, desconocen estos físicos puristas así como otros tantos alegres detractores de la ciencia ficción. No, en el vacío no se transmite el sonido, pero lo que hay dentro de las naves espaciales no es vacío, y la gente de su interior a buen seguro que «oye», lo que les está ocurriendo.
Por el mismo motivo, si explota un planeta, la Estrella de la Muerte, o cualquiera de las naves espaciales mencionadas, tan habituales en las películas del género, todos sus componentes salen despedidos así como la atmosfera que estaban respirando, «llenando» el vacio circundante. Por lo tanto, si un espectador (uno imaginario en la escena, no el espectador del cine, claro) es alcanzado por esa «onda» expansiva y golpea el casco de su transporte, a buen seguro que oirá algo.
Vale que los productores cinematográficos no se habrán planteado tampoco todas estas precisiones, pero de ahí a pretender que en una película de aventuras, acción y romanticismo, como son las space opera(s), se desarrolle una batalla espacial con música clásica de fondo como en 2001: una odisea del espacio, parece una broma. Aunque todo es ciencia ficción, no son lo mismo.
EL MÉTODO DE PROPULSIÓN
Recuerdo aquellas tardes que pasaba jugando al X-Wing, un juego para MS-DOS de simulación de combate espacial. Resultaba curioso cómo las naves se paraban totalmente al reducir el trhuster, como clavadas en el vacío espacial e ignorando las leyes de la física y la inercia correspondiente. Esto ha sido —y es— motivo de risa en ciertos ambientes, y cierto es que en esta saga no es explicado debidamente este efecto.
En la wiki del universo expandido, sin embargo, hablan de cierto artilugio incluido en los transportes espaciales de Star Wars —al menos en el famoso caza en forma de X— llamado «Etheric rudder» (timón etérico). Su principio de funcionamiento no es explicado, pero en el ámbito de la ciencia ficción existe desde hace mucho tiempo una explicación, totalmente imaginaria por supuesto, a esta forma de navegar por el «éter» del continuo espacio-tiempo cual de navíos surcando los mares se tratase: los motores gravitacionales.
Desde los platillos volantes de toda la vida, hasta en el universo del celebre juego de ordenador StarCraft, pasando por Baylon 5, se trata de algo habitual. Sobre este asunto, existen otras producciones mucho más valoradas, consideradas «de culto» y menos criticadas en este sentido como Blade Runner, en las que tampoco se explica como flotan los coches y por lo visto no pasa nada.
CONCLUSIÓN
En mi opinión, la buena ciencia ficción ha de ser precisa desde el punto de vista del método científico —aunque sea una ciencia ficticia—, y debe explicar de forma transparente al lector o al espectador, las concesiones que se realizan y cómo es la supuesta solución adoptada.
Por lo tanto, lo que está claro es que en la ciencia ficción se vulneran conscientemente algunos detalles de la física, pero esto no significa que sean un «error». Las concesiones científicas han de ser posibles de una manera hipotética. Es decir, aunque a la luz de la ciencia actual —o del momento en el que se crea una obra— no sea factible realizarlo —o no exista manera de conocer su viabilidad—, puedan serlo con mayor o menor probabilidad en el futuro, gracias a algún descubrimiento. Dentro de estos márgenes hay un amplísimo espectro de posibilidades ya que, aunque los avances actuales son importantes, todavía queda mucho camino.
Es un error la falta de coherencia dentro de la obra, pero esto atañe a toda obra intelectual. En la ciencia ficción se hace más complicado ya que al no conocer los alcances de alterar los parámetros del universo conocido, han de ser extrapolados —lo que entraña riesgos—. Sería una «mala» práctica —o al menos una práctica que supondría alejarse de una ciencia ficción más «precisa»—, no explicar de alguna forma los supuestos científicos utilizados, aunque el no hacerlo no implica que no exista alguna hipotética y posible explicación. Hablar en estos casos de «errores científicos» es apresurado.
Por otro lado, dentro del mismo género o tocando varios de ellos, puede haber obras destacables en un sentido general, por la idea que transmiten o por la forma de representarlas, quedando en segundo lugar la precisión científica. Normalmente, la intención de escritores, guionistas y productores sobre este tema es evidente desde un primer momento, no obstante, las discusiones parecen no cesar nunca.
Caso aparte es cuando se argumenta que en Matrix (un universo cibernético virtual cuyas leyes físicas están a expensas de modificar o hackear el código fuente que las origina) se ignora la inercia, o incluir a Torrente 2 o Misión: imposible, dentro de la categoría de ciencia ficción, es sencillamente no tener ni idea de lo que se está viendo.
Y ya por último, un merecido homenaje al genio francés Julio Verne el cuál, como el resto de los mortales, no estaba exento del error y alguno cometió a lo largo de su carrera literaria (suponiendo que pueda considerarse error a no predecir los avances de la ciencia en los años venideros pertrechado únicamente con un papel, una pluma, y su imaginación). Desde el punto de vista de la ciencia y suponiendo que su intención fuera predecir algo y no simplemente dar rienda suelta a dicha imaginación y entretener por encima de otras cosas, lo cierto es que la sorprendente cantidad de predicciones acertadas que este escritor, padre de la ciencia ficción, acumula, bien debería recordarla algún que otro critico burlón de la ciencia ficción.
Originalmente publicado en Al final de la Eternidad
Interesantísimo! Gracias!
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