La conspiración alejandrina (2001)

Por Iván Guevara

Autor: Terry Bisson (1942-..., USA)

Título original: The Pickup Artist (inglés)

Páginas: 320

Contexto: Un futuro cercano en el que, el gobierno, «retira» periódicamente de circulación algunas obras de arte, películas, discos, libros y sus autores. Cuando esto sucede, todas las copias existentes de esas obras son recogidas, allí donde estén, para su destrucción sistemática. Aquel que se quede en posesión de una obra «retirada», es perseguido como un delincuente.

Tema: Hace algún tiempo, comenzaron las protestas de un colectivo internacional de artistas que se hacían llamar Alejandrinos —«por el incendio, no por la biblioteca»—, incluyendo atentados terroristas contra museos, bibliotecas y otros espacios culturales. Pretendían destruir todo el arte viejo ya que el exceso de información no estaba dejando lugar a las nuevas creaciones.

En un principio, los Alejandrinos eran perseguidos y condenados por sus atentados (en los que solía haber muertos). Pasado un tiempo, sus protestas fueron escuchadas por los gobiernos del mundo que —tal vez en connivencia con las grandes multinacionales que aumentarían sus ganancias si los consumidores tuvieran que adquirir constantemente nuevos objetos de arte para reemplazar a los retirados—, deciden institucionalizar la «retirada» y destrucción de las obras creadas hace años.

A partir de entonces, los Alejandrinos cambian el sentido de su nombre —que ahora es «por por la biblioteca, no por el fuego»—, dedicándose a recuperar y conservar en la clandestinidad al menos una copia de cada obra retirada. Utilizan el contrabando del excedente para financiarse.

Hank Shapiro, el protagonista de la novela, es un artista de la selección, un funcionario de la Agencia de Artes y Entretenimiento. Su trabajo es visitar a aquellos que poseen alguna copia de una obra retirada en los últimos meses y llevársela para su destrucción, a cambio de una pequeña compensación económica (en el mejor de los casos).

Hank nunca había sentido curiosidad por las obras que «retiraba», hasta que se topa con un disco de vinilo del cantante de country Hank Williams (sus padres lo habían llamado así en su honor) y decide quedárselo un tiempo para intentar escucharlo.

Las cosas se complican cuando pierde el disco en una redada a un club de mala conducta, donde había ido a conseguir un tocadiscos. A partir de entonces, comienza un viaje a lo ancho de los Estados Unidos para intentar recuperar el disco y conservar su trabajo.

Sus compañeros de viaje son: Homer —su perra que tiene un tumor maligno, y se mantiene con vida gracias a la aplicación de una Sangría ®—, Henry —una chica que lleva nueve años embarazada— y Bob —un indio muerto al que resucitan de vez en cuando aplicándole Mediavida ®, para sacarle información sobre el paradero del disco—. Bob es el resultado de un experimento de clonación fallido que estaba destinado a preservar a su raza de la extinción. A lo largo del camino irán encontrando, entre otros pintorescos personajes y artilugios surrealistas, varios clones (hermanos) de «Bob el indio», a quienes el Estado les ha entregado la explotación de una cadena de casinos en varias ciudades.

También está Damaris Dolores, una famosa actriz de cine, miembro original de los Alejandrinos del Fuego, condenada —por una demanda de Los Seres Queridos, S.A.— a cumplir siete cadenas perpetuas a base de dosis regulares de Mediavida ®.

A pesar de que su título en castellano nos hace pensar en una novelita oportunista para subirse al carro de los best sellers del momento, La conspiración alejandrina es una aguda crítica satírica a la sociedad de consumo, al gregarismo humano y a la pobre valoración que nuestra sociedad tiene de su propio acervo cultural.

Sólidamente estructurada en dos líneas narrativas diferentes, los capítulos impares describen las desventuras de Hank Shapiro, mientras los pares van contando la lucha de los Alejandrinos desde sus comienzos. Al encontrarse, ambas historias conducen a un desenlace tan sorprendente como subversivo que —sin embargo—, es el único posible.

Se la ha comparado con Farenheit 451. Estoy de acuerdo. Pero con enormes dosis de humor ácido, agregaría.

Un fragmento: «Un juicio de famosos lo instruyen mejor los famosos. La acusación (...) estaba dirigida por Byron Addison Wilson, ayudante del fiscal de distrito y bisnieto del miembro más famoso y notorio de los Beach Boys. El equipo de la defensa, designado por la jueza, en contra de las propuestas de los acusados, estaba liderado por Lorraine Grisham Kunster, tataranieta del abogado y activista del siglo XX y bisnieta del popular novelista de mil novecientos y algo.
    »La jueza era, según su propia admisión, bisnieta ilegítima del juez Lance Ito.
    »Damaris compareció cada día ante el tribunal con maquillaje perfecto y traje de Chanel, en virtud de una orden especial de la jueza Levy Gómez Ito, que temía que juzgar a una estrella de cine con mono fuese perjudicial y constituyera fundamento para una apelación o incluso para una revocación».

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