La vida de la joven Mary Woollstonecraft Shelley fue tan novelesca como muchos de los folletines publicados en el siglo XIX. Era hija de William Godwin, autor de Caleb Williams, y de Mary Wollstonecraft, autora de A Vindication of the Rights of Woman, que ya tenía otra hija ilegítima de otro hombre y murió de fiebre tras el nacimiento de Mary. Godwin volvió a casarse, en esta ocasión con una viuda con dos hijas y tuvo un hijo con ella. Mary creció en un hogar problemático e inquieto.
A los 16 años conoció a Percy Shelley, se enamoró y salió del fuego para caer en las brasas. Se establecieron en La Espezia, una villa a orillas del lago Lemán, en Suiza. La situación se volvió aún más confusa: la esposa embarazada de Shelley los siguió y vivió con ellos. Después llegó Byron y se acostó con una de las hermanas de Mary; otra hermana se suicidó unos meses más tarde; la esposa de Shelley también se suicidó y por fin Mary se casó con Shelley. Años más tarde, Mary escribiría que aquel verano en Suiza marcó el momento «en el que por primera vez salí de la infancia a la vida». Mientras tanto, aún adolescente —tenía 18 años—, escribió la primera novela de ciencia ficción de la historia.
El verano de 1816 en el lago Lemán fue inusualmente frío y destemplado y el peculiar trío pasaba los días a cubierto en la casa de Byron. Sus largas conversaciones tocaron el tema de los experimentos realizados en el siglo XVIII por el filósofo y poeta Erasmus Darwin, de quien se decía que había conseguido animar materia muerta. También se habló del galvanismo, la técnica eléctrica descubierta por entonces. Aquellas charlas se alternaban con la lectura de cuentos de fantasmas y Byron sugirió que cada uno de ellos escribiera su propio relato de terror sobrenatural. Todos aquellos elementos se combinaron en Mary con una pesadilla en la que su hijo muerto resucitaba. Así concibió la idea de lo que se convertiría en Frankenstein.
Inicialmente iba a tratarse de un relato corto pero Percy la animó a extender la narración hasta convertirla en una novela. La primera edición se publicó de forma anónima en 1818, si bien la segunda edición (1831) ya consignaba su nombre.
Aunque la cultura popular identifica el título de la obra con la criatura, en realidad hace referencia a un científico, Víctor Frankenstein, quien descubre un procedimiento para crear vida, dando forma a un ser, humano en apariencia, pero de mayor tamaño y fuerza. Al principio de la historia se nos presenta al capitán Robert Walton, al mando de un navío que navega hacia el Polo Norte, donde espera encontrar fama y fortuna ampliando los horizontes científicos. En las cartas que escribe a su hermana relata su encuentro con Frankenstein, al que encuentra en estado de extremo agotamiento sobre el hielo. Tras recuperarse, el científico le narra una asombrosa historia. Su obsesión por estudiar los caminos oscuros de la ciencia le llevó a especializarse en química y galvanismo durante sus estudios en la Universidad de Ingolstadt con el fin de recrear la vida.
En contra de lo que se ha venido mostrando en las adaptaciones cinematográficas, la criatura no fue creada a partir de restos de cadáveres robados de cementerios, puesto que el propio Frankenstein se da cuenta de que revertir la muerte es imposible. Shelley no llega a describir de manera precisa el proceso seguido pero parece semejante a la creación del Golem. El tamaño del ser responde a la imposibilidad del científico de replicar los más pequeños componentes del cuerpo humano. El resultado es tan grotesco y atemorizante que hace huir a Frankenstein y lo sume en una depresión de la que tarda meses en recuperarse. Su creación desaparece sin que a él le preocupe tal circunstancia.
A partir de ese momento, sus seres queridos comienzan a morir de forma violenta. Es obra de la criatura, quien, a la vez que inteligencia y sensibilidad, ha desarrollado un intenso odio por su creador al que culpa —justificadamente— de haberle escamoteado el cariño de un padre y convertirlo en un ser inadaptado y aberrante.
El autor Brian Aldiss afirmó que Frankenstein representa la primera obra que se puede encuadrar dentro de la categoría de ciencia ficción. Publicada dos años después de ser escrita, parece reflejar parte del caos emocional que marcó los primeros años de la autora. Tiene un claro parecido formal con muchas de las novelas góticas que habían sido tan populares en las décadas anteriores (se estima que los títulos publicados de ese género alcanzan los cinco mil). La historia y los temas del relato son clásicos de la literatura gótica: preocupación existencial, identidad amenazada, persecución, experimentos arcanos en asuntos no destinados a los hombres, un aura maligna... Sin embargo, la novela presenta elementos de ciencia ficción claros como son el uso de la tecnología para conseguir avances más allá de las posibilidades científicas de la época, el aviso contra los excesos de la revolución industrial y el protagonismo de una extraña criatura —asimilable al concepto de alienígena— que aporta una visión externa de la condición humana.
Existen muchas similitudes entre el personaje de Victor Frankenstein y el marido de Mary, Percy Shelley. Victor era el seudónimo que utilizó a menudo y, como Victor, había experimentado con la electricidad, el magnetismo y la pólvora mientras estudiaba en Eton. Más tarde, en Oxford, sus habitaciones estaban siempre llenas de equipo y material científico. Percy era el primogénito de un acaudalado terrateniente con conexiones políticas y su hermana se llamaba Elizabeth, como la hermana adoptada de Victor Frankenstein. El 22 de febrero de 1815, Mary Shelley había tenido un niño prematuro que murió dos semanas después de nacer. Percy no mostró interés alguno por la salud del bebé y, de hecho, llegó a tener en aquel momento una relación con la hermanastra de Mary, Claire. En la novela, aquel episodio podría tener un reflejo en el momento en que Victor Frankenstein, asqueado y atemorizado al ver «nacer» su criatura, huye sin hacerse responsable de ella.
En cuanto al subtítulo, «El moderno Prometeo», hace alusión al mito griego que cuenta cómo uno de los Titanes creó a la humanidad a partir de arcilla y agua. Del mismo modo, Víctor Frankenstein recrea la vida rebelándose contra las leyes de la naturaleza. Fue también Prometeo quien entregó el secreto del fuego al hombre, lo que le hizo merecedor de la ira de Zeus. Su castigo es permanecer encadenado por toda la eternidad y sufrir a diario que un ave le devore el hígado. Victor Frankenstein también sufrió un terrible castigo por sus acciones: el perder todo lo que le era querido y temer ser asesinado por su propia creación.
Los artistas del período romántico comparaban el regalo de Prometeo a la humanidad con las dos utopías que nacieron a partir de dos acontecimientos del siglo XVIII: la Revolución Industrial y la Revolución Francesa, sucesos ambos que contenían tanto promesas de un futuro mejor como amenazas de horrores aún por desvelar. Para Mary Shelley, Prometeo no era en absoluto un héroe que hubiera dado al hombre la llave del conocimiento y la ciencia, sino un ser malvado al que culpaba de empujar a la raza humana al vicio de comer carne —el fuego dio origen a la cocina, que a su vez fomentó la caza—. En el capítulo 17 de la novela, en el que el monstruo habla a Victor Frankenstein, dice: «Mi comida no es la del hombre, no mato al cordero ni al niño para saciar mi apetito; maíz y frutos del bosque me proporcionan el sustento necesario».
Otro de los grandes temas explorados en la novela es la relación entre el creador y su obra y la necesidad universal de amor y aceptación tanto por parte de los padres como de la sociedad. El rechazo de Victor hacia su obra provoca en la criatura sentimientos de aislamiento y alienación, despertando una ira y un resentimiento que canalizará asesinando a los familiares, amigos y amante de Victor.
La soledad y sus efectos son también tratados en la novela a través de las reflexiones y experiencias de los tres personajes principales: Walton, Frankenstein y el monstruo. Las cartas escritas al principio del libro por el capitán Walton están repletas de sentimientos de soledad al no encontrar un alma gemela con quien compartir su entusiasmo; Victor Frankenstein experimenta miedo y ansiedad a lo largo de toda la narración y el rechazo que sufre el monstruo por parte de todos los que encuentra en su camino perturban su naturaleza hasta convertirlo en un ser despiadado y vengativo.
Los críticos literarios recibieron la obra con confusión y disgusto pero el público la acogió con fervor e inmediatamente se tradujo a otros idiomas y se elaboraron adaptaciones teatrales. La historia del hombre jugando a ser Dios y la utilización irresponsable de la ciencia se ha convertido en un tema clásico que ha tenido una enorme influencia en la literatura y la cultura popular.
Frankenstein es un gran relato gótico, una recreación en términos altamente melodramáticos del propio aislamiento de Mary Shelley de la sociedad humana normal. Pero también es mucho más que eso. Hijo de la electricidad, la criatura de Shelley pertenece al siglo XIX, un mundo de experimentos científicos, utopías, revoluciones, descubrimientos y exploraciones. El monstruo es una creación completamente innatural y el modelo perfecto de la tabula rasa: el hombre natural puro, el Noble Salvaje que sólo necesita abrir un libro para ser plenamente humano. Sin embargo, tal vez porque el monstruo representa una abominación contra la naturaleza —y porque es frustrado por la gente que lo rodea—, se ve condenado a vivir una vida de desengaño asesino.
Originalmente publicado en Un universo de Ciencia Ficción
Como siempre, leer los textos de esta página resultan ser toda una experiencia maravillosa y enriquecedora, más al tratarse de una obra seminal como esta y que confieso sin tapujos, que es una de mis favoritas. Hace años le dediqué un texto para la universidad, el cual tiempo después publiqué en dos partes en mi propio blog; si te animas a contrastar puntos de vista, acá va el link: http://elcubildelciclope.blogspot.com.es/2011/08/frankenstein-los-ojos-del-siglo-xx.html
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