1984 (1949)

Autor: George Orwell (1903-1950, Inglaterra, aunque nació en la India)

Título original: 1984 (inglés)

Páginas: 320

Contexto: Londres, 1984 futurista.

Tema: El mundo está dividido en tres grandes potencias con gobiernos totalitarios: Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Los tres Estados se encuentran librando una guerra constante que tiene dos objetivos fundamentales: mantener a sus ciudadanos atemorizados y consumir todos los recursos excedentes para fomentar la brecha entre clases sociales (principal barómetro del poder).

Winston Smith Trabaja en el Ministerio de la Verdad, en Oceanía. Allí se reescribe la Historia a cada momento para hacerla coincidir con los hechos actuales: Si un miembro del Partido se convierte en enemigo, es necesario borrar todo documento donde aparezca como amigo. Si Eurasia deja de ser enemiga de Oceanía para convertirse en aliada, se reemplazan todos los registros e informes de guerra para que aparezca como si siempre hubiese sido aliada. El recurso más macabro para lograr este cambio en la historia es la técnica de doblepensar, mediante la cual todos los proles y miembros del Partido pueden borrar un hecho de su memoria y reemplazarlo por el hecho que conviene al Partido. Así, la Historia cambia realmente: si todo el mundo cree que un acontecimiento sucedió y lo recuerda, ese acontecimiento sucedió realmente.

Wiston Smith tiene una «memoria defectuosa», no puede modificar sus recuerdos. Así, comienza a hacerse preguntas acerca del pasado y a cuestionar la educación que recibió de manos del Partido. Debe cuidarse de no hacer notar este «defecto» ni aún en un gesto, ya que la ciudad está llena de telepantallas que vigilan, a la vez que dogmatizan a la población. Pronto conoce a Julia, quien tiene el mismo problema que él. Se enamoran y deciden unirse a La Hermandad, una misteriosa logia que encarna la resistencia...

También existe la neolengua, un nuevo idioma inventado por el Partido: Cada año se eliminan miles de palabras de la lengua, que pueden ser reemplazadas por otras (eliminando también, claro está, cualquier matiz o riqueza en el habla cotidiana): Palabras como excelente o malo, desaparecen ya que pueden expresarse con un derivado de la palabra bueno: plusbueno y nobueno, respectivamente. El objetivo es, junto con el idioma, eliminar el pensamiento: «La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia».

Menciono el doblepensar y la neolengua porque más que hacer una valoración de esta novela —¿qué podría decir aquí que no haya sido dicho ya?—, me gustaría hacer una apreciación personal acerca del poder de anticipación de este gran pensador:

Creo que con estos dos artificios —el doblepensar y la neolengua— Orwell se adelantó al menos 40 años a las técnicas de lobotomización colectiva que acabarían por triunfar de manera indiscutible en nuestro siglo, aunque equivocó la forma en que lo harían: Él creyó que para idiotizar a un pueblo era necesario un gobierno totalitario y el estancamiento del desarrollo tecnológico. ¡Exactamente lo contrario a cómo ocurrieron finalmente los hechos!: El vertiginoso desarrollo tecnológico y la proliferación de nuestras democracias de opereta son los principales responsables del retroceso intelectual que afecta hoy a la humanidad. Pero, insisto, las armas fueron exactamente las predichas en 1984: La capacidad de olvidar selectivamente, reemplazando las ideas propias por otras aprendidas mediante una pantalla y la irremediable pérdida de la capacidad de expresarse a merced de la masacre léxica que se va agravando generación tras generación. También equivocó el modelo de Estado que haría posible esta pérdida colectiva de consciencia: El Gran Hermano está basado en Stalin... Nada más lejano al modelo que finalmente triunfó. La excepción queda hecha, quizás, en Cuba donde no se distingue bien si 1984 es una predicción o fue tomado como modelo.

Asusta un poco leer esta novela hoy, 62 años después de haber sido escrita, y comprobar que —en contra de todo pronóstico— fue a partir de la desaparición de las dictaduras del siglo XX cuando la gente comenzó a perder la voluntad de razonamiento y la capacidad para el pensamiento individual.

Una gran novela. Con final pesimista, eso sí.

Quisiera aclarar otro punto: es verdad que, hoy por hoy, 1984 se ha convertido en libro de «culto» (valga la paradoja) entre perroflautas y estudiantes eternos de Sociología. Sin embargo, esto no desvirtúa la novela. Más allá de la calidad de lectores que puedan ensalzarla por pose o moda, 1984 merece una lectura más profunda y adulta, libre de prejuicios. Rebosa ideas estimulantes a cada página.

Un diálogo: «—¿Existe el Gran Hermano?
—Claro que existe. El Partido existe. El Gran Hermano es la encarnación del Partido.
—¿Existe en el mismo sentido en que yo existo?
—Tú no existes —dijo O'Brien.»

También recomiendo del autor: Rebelión en la granja.

3 comentarios:

  1. tenía ganas de que finalmente reseñaras este libro, pero me sorprende que creas que alguna vez el humano haya tenido capacidad de pensamiento individual. Dudo mucho que las nuevas democracias le hayan quitado al humano algo que nunca tuvo. Pero coincido con vos en que quizás orwell se centró mucho en el totalitarismo como medio de idiotización de las masas cuando al final fue mucho más fácil con la televisión y el estado de bienestar. Gran libro, excelente elección. Abrazo

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  2. hey pusiste el link de bibliotheka!!! Bien!!! Abrazo!

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  3. ¡Lain! ¡Al fin encuentro a alguien más pesimista que yo!...
    A mí me gusta creer que en en el pasado el ser humano tuvo un horizonte diferente al gregarismo intelectual de hoy en día. No hay más que leer a los clásicos o, incluso, la literatura popular de hace 50 años para darse cuenta de que la inteligencia y el buen gusto fueron parte integral de nuestra cultura en algún momento...
    Prefiero quedarme con esta idea porque deja, al menos, una esperanza a la supervivencia de nuestra especie (que, si perdiese definitivamente su inteligencia, ya no tendría ninguna ventaja sobre el resto y terminaría extinguiéndose). Aún faltan por nacer varias generaciones para que esto sea evidente.
    Mi corazón apuesta por un nuevo renacimiento que, al menos por instinto de supervivencia, no puede dejar de ocurrir.

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